YO DIGO LES ES REPENSAR


   En el año 2016 el proyecto institucional que motiva la creación de este blog funda en reunión con estudiantes la iniciativa “Yo digo LES”, consistente en proponer el uso de la “e” y el de “le” y “les” como artículos para construir plurales que expliciten la inclusión de personas de distintos sexos y diversas identidades. Fue posible concretar esta iniciativa debido a que las prácticas escolares antecedentes del proyecto incluían, entre integrantes de La Falcone y de otras instituciones, la de problematizar la posibilidad del mencionado uso.

   Al año siguiente, la iniciativa fue asumida como propia por el Centro de Estudiantes. Su Comisión de Género y “Repensar…” decidieron socializar “Yo digo LES”, repercutiendo la decisión en otras comunidades escolares, en el movimiento estudiantil y en el ámbito educativo en general. A partir de la participación en las Jornadas Académicas del nivel terciario del Normal 1 (mediante un taller que se llamó “Yo digo LES”, que nos propusieron coordinar), y de la publicación en Página 12 de una entrevista que nos hizo Mariana Carbajal, se multiplicó la apropiación y recreación de este uso del lenguaje en muy diferentes dimensiones de nuestra sociedad. Hoy esta práctica se realiza en medios de comunicación, protestas callejeras, intimidades hogareñas y resonantes ámbitos políticos.
   Tomando una sugerencia de la periodista mencionada, hace unos meses creé “Yo digo LES” como fanpage. Este blog es parte del trabajo en un proyecto escolar institucional; la fanpage es un espacio en que, haciendo centro en la divulgación del proceso socio cultural de socialización del uso del lenguaje del que vengo hablando, me expreso personalmente en relación a hechos de muy diverso tipo y personas de muy disímiles actividades. Sin embargo, debido a la trascendencia social que adquirió la práctica propuesta desde la relación entre un Centro de Estudiantes y un Proyecto Pedagógico, me pareció pertinente darle lugar en este blog al contenido de la primera publicación de la página:


   Para quienes ya no tengan facebook, no lo hayan tenido nunca o prefieran evitarse el viaje a través de ondas e insumos cibernéticos, copiamos aquí el texto de la publicación:

YO DIGO LES

 

Le Bremón

   A mediados de los `90, escribiendo “El pensamiento fragmentario de Pedro Maidana” (novela en la que todo lo narrado –si es que así puede nombrárselo– es producido como material que se agrega como leña a la caldera de inquietudes relativas a la constitución de los procesos de significación, lo cual impulsa el motor de las preocupaciones vinculadas a las relaciones entre fantasía y realidad), y pensando en “El Hombre” al que refieren libros de historia y demás, me puse a jugar con “hombre”, “hembra”, “hembrón”, “hombrón” y sus respectivos vezres. Y me gustó bremón como palabra para significar especie humana en el futuro que imaginan los personajes creados en el desarrollo de la narración.

   Bremón no podía ser ni “el”, ni “la”. Sin que llegara a transcurrir un segundo completo mi cabeza asignó a esa palabra nueva, entre lágrimas de risa, el artículo “le”, sin dudas tomado del francés -idioma que no hablo-. Acostumbrado a asociar la diversión (que, a todo esto, puede significar recreación o desviación), que me brinda el lenguaje, con una serie de hitos que me ayudaron a vivirlo así (la revista “Mengano”, “Piturro”, de Julio Olivera, Minguito Tinguitella interpretado por Juan Carlos Altavista -principalmente, los argumentos cinematográficos que presentaba en el programa de radio de Riverito- los personajes de Niní Marshall, la “Humor” –en especial, Dolina-), pensé, de inmediato, en “Les Luthiers”.

 

Les

   Con la mente agitada por aquel “le” y este “les”, empecé a registrar palabras que, mientras no las acompañemos con artículos (recién ahí caí verdaderamente en la cuenta de qué significan los modificadores directos), permanecen sin género definido: estudiante, docente (y me reí enumerando: salame, zoquete), a diferencia de hermana, alumno. Creí descubrir, entonces, una clave en la imagen auditiva “e”, para construir procesos de significación que incluyan en la expresión hablada y escrita de la actividad humana a personas de uno u otro (y ahora diría: u otro, u otro u otros más), sexo.

   Usando esa clave me llamó la atención que ya tenemos en nuestro idioma a le y les para usar como pronombres (le avisé, les dije). Faltaría usarlos, también, como artículos, como sucede con la, las y los. Podemos decir, dentro de la corrección gramatical, la llamé (por ejemplo, a mi hermana) o las llamé (por ejemplo, a unas hermanas de las que se esté hablando), y también podemos decir la hermana o las hermanas; podemos escribir los encontré (supongamos, a mis hermanos), y también los hermanos. Y en el caso de referirnos a un sustantivo o un adjetivo masculino en singular, aunque no tenemos una misma palabra para usar como pronombre y como artículo, sí tenemos las dos posibilidades, diciendo, por ejemplo, lo encontré (supongamos, al hermano), o diciendo el hermano (tenemos una correspondencia entre el pronombre lo y el artículo el).

   Incorporando tanto los artículos le y les como el mencionado uso de la e, podemos decir o escribir: les hermanes o les alumnes, le amigue o le estudiante, le irreverente o les imbéciles.

 

Equis y arrobas

   En algún momento nos acostumbramos a las comunicaciones del tipo “los/las empleados/as”, completamente engorrosas. Construidas, en principio y hasta donde entiendo, con la finalidad de no dejar a nadie fuera del compromiso con el cumplimiento de alguna obligación o con la de abarcar a varones y mujeres en avisos de plazos y vencimientos, cambios normativos y cosas así, ayudaron a explicitar cierta crisis entre nuestro lenguaje y quienes lo hablamos, hecha de novedades en la percepción y las concepciones (constituidas como expresión de novedades prácticas), ligadas a lo que suele nombrarse últimamente como “cuestiones de género”. Por eso fueron pasando de ser usadas casi solamente en comunicaciones formales, legales, reglamentarias o institucionales a servir como expresión consciente del deseo de incluir a todas las personas (y de hacerlas partícipes del mismo) en convocatorias políticas, artísticas, sociales, culturales o gremiales.

   La posterior aparición del uso de las equis y las arrobas permitió superar el hecho de tener que andar poniendo ambos artículos y ambas terminaciones en cada mención de los sustantivos o adjetivos que nombran a los grupos destinatarios de una comunicación dada. Así, “los/las” fue reemplazado por “lxs”, y luego se sumó “l@s”, funcionando como eficaces llamados de atención sobre relaciones entre género y lenguaje, como crítica de los roles socialmente asignados a las personas según sus genitales y como elemento conformador de identidad de un movimiento de transformación sociocultural.

   Pero las equis y las arrobas no permitían pronunciar este proceso de transformación. No podíamos hablar de la manera en que estábamos escribiendo.

 

La convención

   Por no poder pronunciarse las arrobas y ser inútil la pronunciación de las equis en estos usos, prefería, por mi parte, alargar un poco las comunicaciones escribiéndolas de tal manera que luego pudieran ser leídas en público o ante un colectivo. Ponía, por ejemplo: “compañeras y compañeros” o “los vecinos y las vecinas” (tal como vuelvo a preferir en la mayoría de los casos, preocupado por no restringir el campo integrado por quienes se asuman interlocutores en una comunicación determinada). Después de un rato de hablar y reír solo con el chiche nuevo de la “e”, me puse serio de golpe pensando en la posibilidad de organizar la irrupción en el habla de este proceso, modificando así el lenguaje y entonces concretando y pudiendo sostener la metamorfosis sociocultural. La gran dificultad consistía en cómo establecer la convención.

   En diciembre de 1997 terminé la novela, vendí casi todo lo que había en casa y edité La Giralda Literatura, participé de un proceso de asambleas con posterior corte de avenidas en el barrio Ramón Carrillo de la Ciudad de Buenos Aires, vendí el departamento y me mudé a ese barrio, participé de la creación de un centro cultural, pergeñé Mis Harapos y comencé a concretar algunas ediciones, desarrollé actividades en distintos barrios, escuelas, villas y facultades como parte de la CORREPI -cuyo proceso fundacional integré y a la que me había reincorporado durante la escritura de “El pensamiento fragmentario…”- vendí esas ediciones en bares, trenes, subtes, colectivos y más que nada en facultades, junto a vecinas y vecinos de la Villa 1/11/14 participé de la organización de un intento de toma de tierras en la calle Bonorino, fui destinando cada vez más tiempo a participar de iniciativas artísticas y culturales en detrimento de otras actividades, hice talleres de teatro, baile y demás, di clases en casa de casi cualquier cosa, hice changas, di clases de tango, actué, tuve el plan “jefes de hogar”, realicé actividades de difusión y organización con candidatos y candidatas para una nueva comisión barrial que unos meses después triunfó en las elecciones del año 2004 en el Ramón Carrillo (las primeras desde la fundación del barrio en el `90), y básicamente escribí, escribí y escribí hasta conseguir trabajo como técnico químico en la industria cosmética en agosto del año 2006. Alquilé un departamento a una cuadra y media de la feria del Parque Rivadavia.

 

La Falcone

   En marzo del 2009 fui despedido y en junio de ese año tomé 24 horas cátedra del Taller de Educación Tecnológica integrado al área de Ciencias Sociales en la escuela de Educación Media María Claudia Falcone. Participé del proyecto “Feria de Ciencias, arte y tecnología”, hice una capacitación en educación tecnológica y otra en educación sexual integral. Avanzado el tercer trimestre tomé horas de físico-química.

   Una de las actividades de la feria consistió en practicar la escritura cuneiforme disponiendo de arcilla, cuñas y una guía con signos acompañados por correspondientes palabras castellanas. Había un signo al que podía corresponderle tanto “hombre”, en el sentido de varón, como “gente”, en el sentido de pueblo o seres humanos. Otro para mujer. Este último tenía trazos en común con posibles pertenencias, como esclava, oveja y otros. A partir de comentarios sobre estos signos hubo un debate en sala de profesores que se sostuvo luego mediante el grupo de correos electrónicos de quienes trabajamos en la escuela. Compartí la idea del artículo “les” entre mis compañeras y compañeros.

   La propuesta del uso de la e comenzó a circular a través de nuestros mensajes cibernéticos. Encabezados como “Estimades compañeres” o finales de mensaje como “Saludos para todes” se internalizaron como normalidad de nuestro grupo de correo, acudiendo a su uso un poco en serio y un poco en broma y manifestándose periódicamente contradicciones al respecto.

 

“Repensar la escuela”

   Los y las docentes, en general, no trabajamos en un solo lugar o combinamos la docencia con otras actividades. Esto es más frecuente en el caso de docentes de escuela secundaria. Es común tener grupos de horas en diferentes escuelas. Desde aquel debate cibernético entre docentes de La Falcone, empecé a ver que, cada tanto, al recibir en nuestro grupo de correo un mensaje reenviado de alguien que no estaba trabajando en nuestra escuela, aparecía alguno de estos usos de la e.

   En el año 2016, nuestra situación laboral, que venía deteriorándose por la política educativa del gobierno de la ciudad, se fue agravando en un contexto nacional de creciente incertidumbre y medidas perjudiciales de nuestros intereses, las que tienden a desarticular las posibilidades de satisfacer nuestras necesidades. A partir de la iniciativa de un grupo de docentes, quienes trabajamos en la escuela nos dotamos de representación ante la Unión de Trabajadores de la Educación, integrante de CTERA. Ese año, como uno de los representantes del colectivo de trabajadores de La Falcone, escuché, en el primer plenario de delegados y delegadas al que asistí, la intervención de una compañera de otra escuela que comenzó diciendo: - Compañeres…

   Mientras tanto, a partir del 2010, en la escuela fui tomando horas de física y química, fui tutor de varios cursos, realicé nuevas capacitaciones en tecnología y ESI, fui colaborador de la coordinación del área de Ciencias Exactas y luego coordinador de la misma, sostuve un taller de matemática, coordiné equipos de tutores, integré el consejo de convivencia como representante docente, compartí varios proyectos institucionales – lo que incluyó dirigir una obra de teatro, coordinar talleres vinculados a la expresión corporal, inventar un juego de cartas, cantar, bailar, relevar inquietudes, realizar diagnósticos, canalizar expresivamente la visión, las opiniones y la percepción de la escuela por parte de estudiantes y docentes, organizar jornadas de juego, posibilitar creativamente la producción de propuestas vinculadas al trabajo escolar, producir una jornada sobre historieta, fabricar champú y gel, hacer experimentos, viajar y jugar - hice un curso sobre lenguajes audiovisuales, estuve a cargo del Espacio de Definición Institucional en un par de cursos y participé de diversas actividades impulsadas por el Centro de Estudiantes.

   Todo esto implicó la organización de actividades de distinto tipo que intenté sintetizar en el 2016 generando el proyecto “Repensar la escuela” para darle continuidad y proyección a lo realizado por diferentes actores de la comunidad. El Centro de Estudiantes asumió el proyecto como propio. Una de las acciones que llevamos adelante consistió en problematizar las relaciones entre género y lenguaje, abriendo entre estudiantes y docentes de la escuela el debate sobre el uso de la e.

 

El Centro de Estudiantes

   En el 2017 el Centro de Estudiantes profundizó la labor de problematización del uso del idioma y su Comisión de Género asumió el uso de la e del que venimos hablando. Esta comisión, junto a un grupo de docentes, fundó la iniciativa “Yo digo LES” y comenzó a confeccionar carteles difundiendo y promoviendo este uso. Se comunicó la iniciativa a cada curso y a cada docente. Se analizó y debatió el tema en clases de muy diferentes asignaturas. La cartelera del Centro se pobló de leyendas usando le y les como artículos. Se hizo común hacer este empleo del lenguaje entre buena parte de las y los estudiantes y algunas y algunos docentes de la escuela. Las pancartas del Centro de Estudiantes para las marchas empezaron a acudir a este lenguaje. Nuestros correos electrónicos pasaron del uso tímido y juguetón de la e y los nuevos artículos a la comunicación formal de la iniciativa “Yo digo LES”, extendiéndola por fuera del ámbito escolar y pidiendo su difusión más allá del entorno educativo. Alumnas y alumnos de La Falcone compartieron esta forma de hablar con el resto del movimiento estudiantil secundario y con integrantes de todo tipo de asociaciones de las que forman parte. Docentes de la escuela comentaron la situación en otros espacios sociales. Familiares de estudiantes de nuestra comunidad escolar recibieron la iniciativa favorablemente.

   Semanas después, el nivel terciario de la Escuela Normal Superior nº 1 nos invitó a participar de una edición de las Jornadas Académicas incluyendo en la grilla la actividad: “Yo digo LES”. La compañera Laura Cepeda llevó el tema a la Secretaría de Género de UTE. Docentes referentes de ESI en otras escuelas nos invitaron a charlar sobre esto. Un tiempo después nos contactó Mariana Carbajal y se publicó una nota en Página 12 en la que se nombró a “Yo digo les” y se mencionaron ejemplos concretos de estos usos tomados de la cartelera del Centro. Pasaron unos días y el programa Paka Paka convocó a estudiantes de la escuela para hablar de la iniciativa que estamos comentando. Hablamos con estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras y nos comunicamos con egresados y egresadas de la escuela. Se sucedieron las manifestaciones de interés en el tema y se nos empiezó a hacer normal que nos reenviaran videos en que aparecían personas usando este lenguaje, fotos de carteles en que ya se lo empleaba y textos que también lo hacían, producidos por agrupaciones, sindicatos, centros de estudiantes y asociaciones de toda índole.

 

La fanpage

   En diferentes momentos de este proceso se habló de crear un blog y cosas por el estilo. Por mi parte, preferí alentar la posibilidad de que la herramienta a la cual se decidiese acudir fuera creada por algún colectivo y siempre creí que ese aspecto del asunto iba a concretarse a través de otras personas. A lo mejor, como dijo un maestro en la jornada del Normal 1 en relación al uso de la e y los artículos nuevos, una vez comunicada la propuesta no haya más que hacer, salvo empezar a ponerlo en práctica.

   Recién a fines del año pasado, creé el blog del proyecto que generó “Yo digo LES”. (Había muchas otras cosas cuyo nombre o título eran “Repensar la escuela” y cambié el del proyecto a “REPENSAR LA FALCONE”: [ https://repensarlafalcone.blogspot.com/ ]

Tengo guasap desde hace pocos meses y entré en feisbuc hace un puñado de semanas. A pesar de todo lo que haya de atinado en aquel dicho del maestro, me parece interesante compartir los antecedentes de la movida, darle espacio a todo tipo de aportes y discusiones sobre el uso del lenguaje, difundir producciones relacionadas y socializar la experiencia implicada en lo que cuento aquí. Tomo, entonces, la propuesta de la periodista mencionada hace un par de párrafos, quien durante aquella entrevista, nos dijo: - Hagan una fanpage.

 

Adrián Figueroa, 27/12/2018




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